domingo, 13 de septiembre de 2009

l@s niñ@s y el recuento general



Mañana comienza la vuelta al cole... Esa institución tan incuestionable, no ya solo por las fuerzas políticas o agentes sociales de nuestra sociedad, sino también por las fuerzas políticas y los agentes policiales de nuestra propia conciencia.

Una cárcel positiva y levantada para nuestro bien, un recinto vallado para nuestra seguridad, un horario férreo para fomentar nuestra disciplina, una amenaza de expulsión permanente si no se acatan las reglas bajo el principio de autoridad... todos ellos principios fundamentales del sistema. Un sistema tan evolucionado que nos ofrece prisiones sobre un envoltorio atractivo (la publicidad que nos vende una felicidad alcanzable en largos plazos, las cadenas del trabajo precario que nos ofrecen para conseguirla, los modelos de ocio, de sexualidad, de familia, de pareja, que nos vende la educación televisiva a través de sus series, películas, prensa rosa y demás inocentes espectáculos modernos...)

La escuela del mundo al revés. Todo comienza en el momento tan vulnerable en que las criaturas forman su sensibilidad y su carácter... en el que se les quedará impreso para siempre el sello de la carencia y quedarán marcados sus rasgos esenciales y sus emociones. Niñas y niños que en tantos momentos desean ver la escuela ardiendo, cuando se convierte en un cementerio de sueños e ilusiones, un reloj parado que mantiene secuestrada la magia de los ojos infantiles, una creatividad perdida, un contenedor de las frustraciones de profesores derrotados, esa flecha cuyo final está marcado ya en tantos casos, y cuyo destino infranqueable es ser la carne de cañón tan imprescindible para que funcione el sistema... Niños y niñas uniformados que si no son como los demás quieren que sean, no les será devuelto el amor. Niños y niñas camino de convertirse, a pasitos cada vez más rápidos, como explica la película "Revolver", en "monos trajeados suplicando la aprobación de los demás".

Niñas y niños que sólo desean entregarse al juego, y acaban viéndose sometidos al mundo y a los principios de los adultos, desde la escuela a la casa. Magia, brillo, creatividad, iniciativa... acaban perdidas en el extinto País de los Sueños, para ser sustituidas por disciplina, obediencia y reglas (reglas no sólo para convivir, sino también para crear y para jugar). "El sistema que nos enfermó, nos enseña a leer y escribir", decía una canción de Rage Against The Machine. Nuestro paso por la escuela cumple a la perfección las instrucciones de los que Nico Hart llamó los tres ejes de la mercantilización escolar: formando al perfecto consumidor, a la mano de obra necesaria y al audaz competidor que se lance a la conquista de los mercados. Formados para aprender nuestros deberes, la escuela no nos enseña a buscar nuestros placeres. Los itinerarios educativos de la educación bancaria y el silencio reverencial ante la figura del profesor hablan poco (y cada vez menos) de la formación emocional, espiritual, creativa o sensitiva de los educandos, ni del profundo valor transformacional de la lectura. Qué decir del fomento del reconocimiento del otro, o del apoyo mutuo, cuando individualismo y libre competencia son los principios transversales desde la educación al mercado.

Una escuela que tan a menudo genera prejuicios en vez de inquietudes, bloqueos en vez de estímulos... Decía Galeano que "el mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa", y que "mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños". Miedos, llantos, creencias negativas sobre nosotros mismos, quedan escondidas en nuestros agujeros secretos, que solo unos pocos afortunados podrán tocar después, de adultos, si tienen las herramientas adecuadas para iniciar ese viaje de recuperar el poder.

Una escuela que nos educa en una sola dirección, sin fomentar el pensamiento crítico y la capacidad de cuestionarlo todo. Quizá sea por eso que los media informan de los padres que no llevan a sus hijos a la escuela como si fueran delincuentes, mientras lo normal y bien visto es que los padres lleven a sus hijos a la escuela cuanto antes mejor (y les apunten a todas las extraescolares que se pueda) para que no molesten en casa. Y hace no tanto, Iñaki Gabilondo avisaba de los peligros que entrañaba no escolarizar a los niños ("¿qué problemas de socialización no tendrán después?" era la simpática frase que dejaba colgando al final), vendiendo el miedo y la idea de que, quien no escolariza a una criatura, lo encierra bajo llave en un baúl. Lo bien visto es que los niños estén educados atados a la pata del televisor, principal educador de la familia.

En el Estado, unas 4.000 niñas y niños (unas 2.000 familias) forman parte del colectivo que se educa en formas alternativas a la escuela, ya que aquí la educación es obligatoria (otra trampa, ya que sobre el atractivo principio de evitar que muchos jóvenes comiencen a trabajar antes de tiempo, se criminaliza a quien quiere apostar por hacer algo diferente, no desde los intereses del padre sino desde los intereses del niño; no desde los intereses del Estado o del mercado sino desde los intereses del niño, que acaba siendo objetivo del Estado y de sus programas educativos).

Mientras, en EE UU la cifra de gente que "crece sin escuela" supera el millón de criaturas, que son educadas ya sea en casa o en colegios no reglados. El principio es "acompañar" al educando, no imponer. Asesorar sobre la plena dedicación a él, no indicarle el camino bajo el miedo a no ser respetado por él o por el grupo. Aquí, sin embargo, la presión escolar, el abandono, el fracaso, el bullying y la conflictividad, cada día lamentablemente ocupan más espacio entre los titulares cotidianos.

Al final, no es más que un ladrillo en la pared..., al final, no eres más que una pieza más en el engranaje del sistema...

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