miércoles, 20 de mayo de 2009

Apuntes sobre el ego



CONTENIDO Y ESTRUCTURA DEL EGO
La mente egótica está completamente condicionada por el pasado. Su condicionamiento es doble, pues actúa tanto en el contenido como en la estructura.
En el caso de un niño que llora con profundo desconsuelo porque le han quitado su juguete, el juguete representa el contenido. (…) El contenido con el que te identificas está condicionado por tu entorno, tu educación y la cultura que te rodea. Que el niño sea rico o pobre, que el juguete sea un trozo de madera con la forma de animal o un complejo aparato electrónico, eso no representa ninguna diferencia en lo que se refiere al sufrimiento causado por su pérdida. La razón de que la pérdida produzca un sufrimiento tan agudo está oculta en la palabra “mi” y es estructural. (…) Una de las estructuras mentales básicas que provocan la existencia del ego es la identificación. (…) Uno de los niveles de identificación más básicos es la identificación con cosas: mi juguete se convertirá más adelante en mi coche, mi casa, mi ropa, etc. Procuro encontrarme a mí mismo en cosas, pero nunca lo consigo del todo y acabo perdiéndome en ellas. Ese es el destino del ego.

IDENTIFICACIÓN CON LAS COSAS
Los de la industria de la publicidad saben muy bien que, para vender cosas que la gente en realidad no necesita, deben convencerla de que esas añadirán algo al modo en que se ven a sí mismos o a cómo son vistos por los demás; en otras palabras, que añaden algo a su sentido del yo. (…) Y así, en muchos casos, no estás comprando un producto sino un “realzador de la identidad”. Las marcas son, básicamente, identidades colectivas a las que te incorporas pagando.
(…) Paradójicamente, lo que mantiene en marcha la llamada “sociedad de consumo” es el hecho de que intentar encontrarte a ti mismo a través de las cosas no funciona. La satisfacción del ego dura poco, y tú sigues buscando más, comprando, consumiendo. (…) La identificación del ego con las cosas crea apego a las cosas, obsesión por las cosas, lo que a su vez crea nuestra sociedad de consumo y sus estructuras económicas, donde la única medida del progreso es siempre “más”. La búsqueda descontrolada de más, de crecimiento infinito, es una disfunción y una enfermedad. Es la misma disfunción que presenta la célula cancerosa, cuyo único objetivo es multiplicarse, inconsciente de que está provocando su propia destrucción al destruir el organismo del que forma parte.

EL NÚCLEO DEL EGO
La mayoría de la gente está tan completamente identificada con la voz de su cabeza —el torrente incesante de pensamiento involuntario y compulsivo y las emociones que lo acompañan— que podríamos describirla como poseída por su mente. Cuando eres completamente inconsciente de esto, crees que el pensador eres tú. Eso es la mente egótica. La llamamos egótica porque hay un sentido del yo (ego) en cada pensamiento, en cada recuerdo, interpretación, opinión, punto de vista, reacción, emoción. En términos espirituales, esto es la inconsciencia. Por supuesto, tu pensamiento, el contenido de tu mente, está condicionado por el pasado: educación, cultura, entorno familiar, etc. El núcleo central de toda la actividad de la mente consiste en ciertos pensamientos y emociones repetitivos y persistentes, y en pautas de reacción con las que nos identificamos con más fuerza. Esa entidad es el ego mismo.
En la mayoría de los casos, cuando dices "yo" es el ego el que habla, no tú. El ego consiste en pensamientos y emociones, en un puñado de recuerdos con lo que te identificas como "yo y mi historia", en papeles habituales que desempeñas sin saberlo, en identificaciones colectivas como la nacionalidad, la religión, la raza, la clase social o la filiación política.

Extractos de “Un nuevo mundo, ahora” de Eckart Tolle (Gaia Ediciones).

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