miércoles, 11 de marzo de 2009

París-Texas, Belfast-Gasteiz

Mis palabras son armas con las que asesinarte.
Por favor, no tengas miedo...; por favor, no vuelvas tu cabeza...
Nosotros somos el futuro, el disléxico siglo XXI esnifando pegamento, ciberputas con mentes homicidas y pistola en mano...

Estamos locos, nada cambiará.

Existe una delgadísima línea entre el bien y el mal. Y caminaré de puntillas bajo esa línea sintiendo la inestabilidad.

Mi vida es un circo y estoy tropezando bajo esa cuerda floja. Allí no hay nada para salvarme ahora,así que no miraré hacia abajo.
Y así otra vez, y otra vez, y otra vez, y sucede otra vez, y otra vez, y otra...

No existe un comienzo, no existe un final, todo está en constante cambio.
En estos tiempos en los que avanzamos hacia atrás, recupera tu alma. Olvida tu vacío.
Existe una delgadísima línea entre el bien y el mal (...) Mi vida es un circo y estoy tropezando bajo esa cuerda floja. Allí no hay nada para salvarme ahora,
estoy cayendo al suelo, cayendo al suelo, besando el suelo, sí...

Hablo de la locura, mi corazón y mi alma. Lloro por las personas que tienen el poder. Recuperemos nuestra cordura, tengamos compasión, y seamos responsables de cualquiera de las reacciones que provoquemos. Diablos, no, cómo, el camino, cuál es el camino...
(Tight rope, Papa Roach)


Suenan disparos en la madrugada. La disidencia del IRA retoma las armas en el momento que mejor le viene al Estado para sacar el ejército a la calle y desorientar a los ciudadanos que empezaban a cuestionarse un sistema en quiebra. Otra película bélica de entretenimiento con la crueldad inútil como protagonista principal. Suenan de nuevo campanadas a muerto.

En el País Vasco se celebran elecciones el 1 de marzo, y queda ocultada una revuelta civil pacífica por la invisibilización más absoluta.

La paz siempre tiene un precio. Y ese precio está marcado por los mercaderes de la violencia. El Estado, que jamás va preso, deslegitima toda forma de violencia que no salga de sus entrañas y que no nazca de sus intereses. El monopolio de la fuerza se pasea por las calles con uniforme, por los despachos con etiqueta y por los juzgados con toga y maza. Las mil caras del verdugo ante la población que asiste al teatro cada uno de los días que pasan.

Todos ellos hablan de paz. Pero en la práctica, paz es igual a obediencia a mis principios. El Estado sigue exigiendo no solo el fin de la violencia ejercida por ETA y la kale borroka (como es natural desde un punto de vista ciudadano e, incluso, desde un punto de vista estratégico para cualquier lucha que se quiera popular), sino también la condena firme y expresa (es decir, poner la firma en el comunicado que escriben los otros, y que siempre es el mismo desde hace 35 años) por parte de los movimientos políticos. Si no condenan, se les castiga, como si ellos hubieran apretado el gatillo, con la exclusión y el apartheid político. Yo me pregunto qué hubiera pasado si nada más morir Franco, hubieran sacado una ley por la cual quien no condenara el franquismo, quedaría apartado de las instituciones públicas y de la legalidad en la calle, en las urnas, en la política... sería como devolver al fascismo (que ya estaba integrado plenamente en los aparatos del Estado) a la calle, invitándolos a salir otra vez del cuartel. Pero de esa Transición, para tantos (y sobre todo para la derecha) tan modélica y ejemplar, nunca toman ejemplo ellos mismos. Y no condenaron ni siquiera tibiamente el golpe de Franco hasta 2002, amparándose año tras año en las mismas palabras y los mismos argumentos que siguen sin aceptar a los demás. Y exigen que no se deje de remover la tierra y que la amnesia de sus crímenes siga gobernando por decreto.

En el alboroto mediático sobre las elecciones vascas, no faltan los extensos análisis de las grandes luces pensantes de nuestra cultura. "Vuelco electoral", titulan.
Pero se olvidan de contarnos algo.
Nos enteramos al día siguiente, gracias a las otras formas de comunicación, de que se ha invisibilizado una revuelta civil del movimiento político de la izquierda abertzale, a la que no se le ha dedicado ni un segundo (que no fuera para criminalizarlos) en el teatro, ni antes ni después de los comicios. Desde días antes, grupos de personas se encargaron de movilizar y repartir por pueblos y barrios las papeletas de la última plataforma ilegalizada, sin la cual hay quien ve imposible llegar a ningún horizonte de paz, más allá del enfrentamiento armado entre la banda militar y la violencia de Estado.

El día de las elecciones más de 100.000 personas (casi el 10% del electorado) votaron con esa papeleta declarada nula por los tribunales. En escaños les habrían sido designados siete representantes en el parlamento de Gasteiz, siendo en Guipúzcoa la tercera fuerza política, por delante del PP. Qué decir que, si hubieran concurrido legalmente, los resultados harían imposible cualquier opción de lehendakari para Patxi López. Y sin embargo, son expulsados al monte.

Mientras tanto, la opción más paranoica del otro lado de la trinchera, UPyD, tiene durante días la llave del gobierno vasco pese a haber conseguido sólo 22.000 votos.

Y nos queda la pregunta: ¿no se suponía que el objetivo era que la facción militar se integre en la lucha política? Cada vez valoro más el fragmento aquel de “Lobo”, en el que le explican al infiltrado que a nadie le interesa resolver el conflicto, con el rentabilísimo negocio que representa. Y suenan disparos de nuevo en Belfast...

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