En los sanfermines de 1985 organizan en la prisión de Martutene un concierto en el que actúa el cantautor Imanol. Sarri escapa de la prisión donostiarra escondido en los bafles del concierto.
Y desde entonces, desde hace casi 25 años, vive fugitivo en algún lugar de su mundo apátrida, sin dejar de crear en ningún momento desde su paradero desconocido. En 2001 recibió el Premio Nacional de la Crítica de narrativa en euskera.
Este poema, sangrante contradicción entre el arte y la trinchera, figura entre las antologías de la poesía vasca contemporánea:
Literatura y revolución
Cuando el comisario Ángel Martínez mete el cañón de su revólver en el ano del detenido y la mirilla sale sucia, ensangrentada, patética, ¿qué le importa al muchacho torturado si el poeta es un fingidor?
¿Ha visitado G. K. Chesterton alguna vez La Salve?
¿Quién conoce en los calabozos de Intxaurrondo a Hermann Broch?
¿Cómo explicará el muchacho torturado al llegar destrozado frente al juez
el significado exacto del concepto objetive correlative?
¿Qué es el amanecer lleno de agujas de Carabanchel para Molly Bloom?
¿Quién es Michel Foucault para quien se consume durante diez meses en celdas de castigo? ¿Una visita de cinco minutos? ¿Un encuentro lírico?
¿Deberían los presos vascos estudiar la Biblia de Jean Duvoisin para aprender a poner las haches y comas correctamente?
¿Cuál es para la literatura el valor ético inextinguible de la rebeldía, la revolución, la aventura?
¿Qué se escribe al margen de revistas como Voprosi Literaturi o Tel Quel sobre las huelgas de hambre interminables de los presos vascos?
¿Qué le importa el compromiso al muchacho que –como una bandera revolucionaria, sin escudo– huye de los tiros de la policía?
(Traducción de Maite Mujika)

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