martes, 14 de agosto de 2007

...y yo me asomo a esta ventana...

Entonces era así. Ellos, los pudientes, los que nunca tuvieron nada por lo que llorar (ni una carencia, ni el abandono, ni un ideal de justicia), llevaban a la última moda las calzas cortas y ajustadas. Buena parte de los demás, y tú también, llevábamos pantalones largos. Nos pusieron ese mote desde el desprecio clasista, pero no tardamos en asumirlo con orgullo.

Los artesanos, los pequeños comerciantes, los carpinteros, los sastres... que vimos el momento de la venganza conformando la fuerza de choque popular que asaltaría la Bastilla en aquel verano de 1789.

Estos días de verano, doscientos dieciocho años después y mil nuevos intentos revolucionarios más tarde, el despotismo ilustrado del dios mercado y su mecanismo consumista de supervivencia generaron el cambio climático sobre nuestras conciencias... y hoy la nieve congela Buenos Aires, y el miedo congela los caminos y las ilusiones en Nafarroa, en Delphi, en casa...


En Lisboa, sin embargo, todos los días son melancolía (aunque ellos, paradójicamen- te, los llamen feira), y en las noches de la Alfama arrastra su pena el fado, cantando a la muerte y a la soledad, y van llenándose los callejones de acordes como olas en el blues del mar, brotando interminables desde el corazón de la tristeza.

2 comentarios:

Lara dijo...

Estás aquí...

igor dijo...

...como un niño con zapatos nuevos
:)