martes, 26 de agosto de 2008

Txoria txori, Mikel Laboa

...la canción de mi verano dice así:

Hegoak ebaki banizkio
nerea izango zen,
ez zuen aldegingo.

Bainan, honela
ez zen gehiago txoria izango
eta nik... txoria nuen maite.

(Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío,
no habría escapado.

Pero, así
habría dejado de ser pájaro.
Y yo... lo que amaba era un pájaro.)

domingo, 17 de agosto de 2008

15 días en agosto

La mitad del melón de agosto quedó devorada por el sol, y el mundo real, al que cada vez estamos más llamados a combatirlo o a no jugar con sus reglas, nos fue dando su parte diario de horrores. "Hoy hay que elegir entre indignados o indignos", avisó Galeano.

En Mauritania, un golpe de Estado de unos generales descontentos arrasó unas instituciones recientemente elegidas por la gente para terminar prometiendo elecciones libres. De coña. Es la jerga actual del sistema, que cada uno la usa según le conviene.

Tanques rusos invaden Georgia para poner orden allá donde pasan los oleoductos. La democracia llega hasta donde nos tocan el petróleo, que no estamos para bromas. Javier Ortiz escribió que, para explicarle el conflicto a una amiga simplista, le bastó con un simplista: “¡la economía, estúpida, la economía! Sigue el rastro de los oleoductos”.
Y de la misma forma que los iraquíes, cuyo mayor delito fue tener petróleo bajo sus pies y llevan muriendo a miles desde hace dos siglos, les toca a los osetios llorar a más de 1.500 víctimas humanas bajo bombas de racimo y demás monstruosidades. Y no pasa nada más allá del otro miércoles. Bueno, sí: que sale Bush diciendo que "el matonismo no se puede tolerar en el siglo XXI". Espeluznante.

En el estado español se aplica este verano en varias comunidades, de forma masiva, la vacuna más cara de la historia, de la mano de las grandes mafias farmacéuticas (en nuestro país, Sanofi), para prevenir el VPH, una epidemia que no existe, con la excusa de prevenir el cáncer de cuello de útero. Una vacuna muy dolorosa, nos dicen las niñas, y dicen los científicos críticos que probablemente no sirva de nada: sólo un 1% de los casos de VPH desemboca en cáncer, asociado siempre a otros factores de salud como el tabaquismo, la promiscuidad sin protección, las defensas bajas y por supuesto no practicarse una citología en la vida... Un virus que transmiten los hombres (que son como las ratas, que portan el virus pero no lo desarrollan) y que sólo se contagia por contacto. Para mí es algo así como si el Sistema Público Sanitario promoviera junto a un monstruo farmacéutico una vacuna contra la obesidad en todos los niños de 10-12 años, sin distinción de complexiones y sin investigar en cada caso con la mínima dedicación, argumentando que de mayores, si son obesos, padecerán enfermedades coronarias y otras fatalidades… en vez de educarles en la vida sana, la alimentación y nutrición saludables, ejercicio físico, etc… En fin, qué vamos a contar de un mundo convertido en paciente, preso de las multinacionales farmacéuticas que han conseguido convertir prácticamente todo en enfermedad, desde la menstruación a la menopausia, pasando por la falta de apetito sexual, la calvicie, las canas, la resaca o que a uno le suenen las tripas después de comer.

Una breve y maravillosa entrevista en Diagonal sobre el tema http://diagonalperiodico.net/spip.php?article4842
Declaración del CAPS contra esta vacunación en http://www.caps.pangea.org/


En Catalunya, un preso anarquista de los años 80, Amadeu Casellas, lleva dos meses en huelga de hambre, en una de esas historias que hielan la sangre. Como de otro mundo (y en realidad, los años 70 y 80 eran otro mundo), le trincaron por atracar bancos para financiar las luchas y las huchas sindicales combativas. Y es increíble que, tras cumplir la máxima pena que exige la ley, no esté en la calle ante la pasividad de los jueces. Por supuesto, de este preso incómodo para el sistema, no se habla en los media: prefieren dedicarle todo el verano para la gran estrella mediática del circo hispano: Iñaki de Juana Chaos, el Bin Laden del Norte.
En la radio oigo que un temido violador, después de cumplir 18 años y de aplicársele reducciones por dar clases en la cárcel, va a salir a la calle. Y los tertulianos gritan de estupor ante tal injusticia. ¿Y qué queremos? Apliquemos pues la silla eléctrica, ¿no? Ante todo, no creo que un hombre enfermo convertido en violador a los 30 siga siendo la misma persona cuando llega a los 50 después de haber vivido casi 20 años en la cárcel. Y la cárcel es, aparte de la gran barbarie, la gran mentira: allí nunca pasan 20 años ni los grandes ladrones ni los grandes asesinos…
De entrada, si nos horrorizamos porque salgan después de 18 años, es porque asumimos sin reparos el fracaso de su principal objetivo: la reinserción. Y tampoco pasa nada.

Qué decir de la boda de los bisnietos de Franco en el Pazo de Meirás, aún sin devolver por la Sagrante Familia.

En verano salió a la luz también el plan por devastar uno de los pocos rincones que quedan por esquilmar: el Ártico, que además tiene petróleo. Una guerra adelantada por fascículos que ocurrirá en un medio plazo.

Pero si hay algo esperanzador, es la muralla verde que quiere nacer de Senegal para frenar el avance del desierto del Sáhara. En la región de las guerras fratricidas, un ejército de árboles de 5 km de ancho y de un largo infinito para combatir la desertización. Un proyecto panafricano, que ojalá salga adelante para demostrar que en ese continente hay futuro, a pesar de todo.

Bueno, claro, y Pekín. A propósito de los Juegos, esa gran falacia universal vestida de palabras hermosas. Hipócritas voces claman a no mezclar la política con los Juegos, cuando los Juegos han sido siempre un instrumento más al servicio de la ideología, bien como cortina de humo o como catapulta. Ya era así antes que Hitler moldeara su Berlín 36 para gloria de la raza aria, pero sobre todo lo fue después: en el 68 mexicano que desembocó en la matanza de Tlatelolco que pasó inadvertida y que aún hoy sigue sin esclarecerse, y qué decir de la barbarie de Munich 72, de la guerra fría, primero en Moscú 80 y luego en Los Ángeles 84, medio mundo boicoteando al otro…, con estas cosas yo siempre recuerdo el Mundial de Fútbol de Argentina 78, en el que los goles ahogaban los gritos de los torturados en los centros clandestinos de detención, y Argentina fue capaz de convertirse a la vez en campeona mundial de fútbol y de desapariciones humanas. Si no fueran políticos los Juegos (basados también en los compromisos políticos de cada país con su deporte, y por supuesto, en los intereses políticos por hacer patria y ponerse medallas todo kiski), no se hubieran organizado nunca las entrañables Olimpiadas Populares de Barcelona en julio de 1936, que iban a comenzar el 19 de julio, y la víspera fue el golpe militar que derrocó a la República. Muchos de los participantes, en su mayoría gente de todos los colores a los que el Führer había prohibido participar o sencillamente se negaban a competir en Berlín, se quedaron en Barcelona combatiendo el fascismo en las barricadas callejeras al día siguiente del golpe. Allí no había medallas, ni marcas deportivas ni retransmisiones en directo por el imperio mediático. Pero esta moto, yo, al menos, no la compro. Por lo menos hasta que no deje de ser una ceremonia apadrinada por los principales Jefes de Estado globales que sirva de escaparate de todas las mentiras del mundo para el anfitrión (el progreso, la democracia, la sociedad avanzada...) y para todos los que hacen negocio con el espectáculo en nombre de los principios del Olimpismo.

Entretanto, entre mis salidas por la península me encuentro en la carretera con camiones de ganado cruzando la península. Hacinados, decenas de cerdos en camiones donde la temperatura los achicharra, me entero de que más del 30% de estos animales muere al realizar un viaje en estas condiciones. Primero sufren lo indecible, luego comienzan a gritar y a pegarse, hasta que caen por hartura o por tristeza tras su derrota ante el invencible. Un trato horrible, la tortura cotidiana a la que el hombre condena a los animales, que comienza arrebatándoles sus tierras y termina masacrándoles en la cadena de producción. Una maldad propia de 1984 o de Animal Farm, que no es capaz de igualar ni el malvadísimo Sarcasmo Belcebú de "El ponche de los deseos", de Michael Ende.

Da mucho juego el mes de agosto, y eso que dicen que es el mes en el que nunca pasa nada.